Literalia: historia de las guerrillas de los sesenta
La estructura de Sangre, locura y fantasía es la propia de una obra de historia y está asentada sobre lo que es el discurso de todo historiador: a partir de la lectura y análisis críticos de los documentos.
Analítica
Miércoles 20 de octubre de 2010, 10:38 am
LA MEJOR SINTESIS
La mejor síntesis de aquellos días trágicos de los sesenta, en donde perdieron tantas vidas, la hallamos en estas palabras del historiador y maestro de juventudes Germán Carrera Damas:
“En ese combate de los años sesenta perecieron o se dañaron ética y moralmente, de lado y lado, 6000 jóvenes…Los que no murieron en el combate quedaron malogrados por la prisión, por las torturas, por la violación de los derechos humanos de que fueron víctimas o que ellos cometieron por mil cosas. Esa sangría de aquel momento determinó que la sociedad quedara sin una generación de relevo…Cuando comenzó la lucha armada con toda su ferocidad yo me opuse. No públicamente, en el sentido de salir a combatirla, pero si negándome a participar, a auspiciar aquello. Traté de apelar al sentido crítico de los estudiantes, respetando su autonomía intelectual, pero señalándoles lo que veía que era la orientación de la historia de Venezuela, en el sentido de la República Liberal Democrática. Fue un crimen contra la sociedad venezolana, de lado y lado. Se produjo una fractura en la fuerza dinámica de la sociedad venezolana: la mayor parte de estos muchachos perecieron o quedaron incapacitados para incorporarse a una lucha política regular…Todo aquel período de enfrentamiento violento entre 1960 y 1963 significó una tremenda sangría de la potencialidad de la sociedad venezolana. Los numerosos jóvenes que murieron o quedaron maleados de una parte y otra, tanto los reprimidos como los que los reprimieron, tanto el guerrillero como el que lo combatió, retrocedieron a esquemas no democráticos, de barbarie, que significaron un grave daño estructural para la sociedad venezolana en su propósito de formar una generación de relevo. Difícilmente se puede justificar como lucha ideológica matar a un policía diariamente, como no se puede razonar como lucha ideológica el asesinato de Alberto Lovera. Ahí no hay lucha ideológica sino un combate planeado en términos de barbarie de parte y parte. El daño fue recíproco. Un buen número de los jóvenes que perecieron eran los más inquietos, los más creativos, los más capaces de comprometerse con una idea de sacrificio, de esfuerzo, no los achantados, los comodones y demás. Pagaron caro. Causó en el seno de la democracia la psicosis de la pérdida del poder. En quienes atendieron el problema en esos años el asunto se redujo a ‘hay que permanecer en el poder a cualquier precio’, que fue el abandono de la concepción pedagógica del poder y el comienzo de la degradación de los partidos, que van diluyendo”(El asedio inútil. Caracas: Editorial Libros Marcados, 2008,p.33,98,182).http://analitica.com/entretenimiento/literalia-historia-de-las-guerrillas-de-los-sesenta/
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