V.- EL FRENTE JOSÉ LEONARDO CHIRINO
El Frente Guerrillero “José Leonardo Chirino” se considera fundado el 15 de Marzo de 1962, en la Hacienda “Los Evangelios” propiedad de la familia Bravo. Ese día se reunieron, con todas las manifestaciones de solemnidad que exigía el momento histórico y que permitían las condiciones del ambiente, Douglas Bravo, Primer Comandante del Frente, Juan Arenas, Iván Bravo “El Negro”, Miguel Noguera, Arcadio Pérez Martínez e Hilario Navarro (Choropo). La reunión ocurrió en la Sierra de San Luis, también conocida como Sierra de Iracara. Que este sea el acto de fundación del frente, corresponde precisamente a la apreciación del Comandante Douglas Bravo, según la entrevista que aquí se presenta más adelante (p. 12). Sin embargo, de estos hombres sólo Bravo formaba parte de lo que sería luego el comando del Frente. En el transcurso de los siguientes quince días se incorporaron como miembros de la Comandancia Teodoro Petkoff y Alejandro Mariño Suzzarini, y un grupo de combatientes entre los cuales destacan los nombres de José Manuel “Chema” Saher, hijo de quien para aquel el entonces era Gobernador en el Estado Falcón, Pablo Saher, Rómulo Valero, médico, y el joven Baltazar Ojeda Negretti. También estuvieron en esos días, transitoriamente, Alcides Hurtado Secretario General del Partido Comunista en el Estado Falcón quien a partir de Octubre de 1964 será el Comisario Político del Frente y Antonio José Urbina, “Caraquita”, Jefe de la Guerrilla Urbana en el mismo Estado.
El nombre escogido por los revolucionarios para bautizar su frente, José Leonardo Chirino, fue el de un esclavo negro que en 1795 se sublevó contra el poder español, en la hacienda “Las Macanillas”, cerca de Curimagua, en pleno centro de la misma sierra en que ahora, casi dos siglos más tarde, se declaraban en rebeldía este grupo de jóvenes contra el “imperialismo norteamericano y sus lacayos criollos”.
El Frente desarrolla su accionar combativo desde 1962 en la Sierra de San Luis, hasta el año 1966 cuando es transformado en columnas guerrilleras que se abren paso hacia Barinas en la búsqueda del Apure con el objetivo de conectarse con la guerrilla colombiana. La Comandancia del Frente queda constituida por Douglas Bravo, Teodoro Petkoff, Elías Manuit Camero, Polito Acosta Blanco, Elí Pérez (Leonardo Quintana), Alirio Chirinos y Domingo Urbina. El dos de Junio del mismo año, Petkoff regresa a Caracas y su lugar es ocupado por Alejandro Mariño Suzzarini.
A finales de 1962 el Frente está constituido por tres destacamentos: (a) el denominado posteriormente “Raúl Henríquez”, bajo la dirección de Baltazar Ojeda Negretti que opera en la zona de Curimagua y Cabure; (b) el Destacamento “Elpidio Padovani”, bajo la comandancia de Argenis González Bravo, que opera en la zona de La Cruz de Taratara y Aracua, y el Frente Sur dirigido por Domingo Urbina y como Comisario Político actúa Alirio Chirinos. A este frente pertenece Alejandro Mariño Suzzarini hasta el año 1965; al mismo se incorpora en Octubre de 1964 Lino Martínez “El Catire Rolando” de la Dirección Nacional del MIR, quien permanecerá en el mismo como jefe de la brigada hasta Marzo de 1965 cuando es llamado por la Dirección de su Partido para que se encargue de la Secretaría militar del mismo. El Frente Sur estaba organizado en tres destacamentos: el “Félix Adam”, el “Gustavo Aranda” y el “Guillermo Laap” del cual es Comisario Político, Rafael Rossell. Realizó operaciones en las zonas de Santa Cruz de Bucaral, el Norte de Lara y el Norte de Yaracuy. En 1965 se crea el Destacamento “Ibrahim Villasmil” que actúa en parte de la zona costera del Estado Falcón, comandado por José Mendoza (Bernardo) y Rafael Rossell (Blas). En 1966, al constituirse las columnas guerrilleras, Rafael Rossell, Eugenio Riera, Jeremías Barrios, José Mendoza y Fernando Lugo se trasladan a El Bachiller en el Estado Miranda, siguiendo instrucciones de la Dirección Política del MIR que aspira a un frente guerrillero propio.
El Frente “José Leonardo Chirino” dispuso además de una Comandancia Urbana entre Abril de 1963 y Diciembre del mismo año con funciones de logística y operaciones de saboteo. Constituían la comandancia: Antonio José Urbina “Caraquita”, Leopoldo Núñez y Rafael Rossell. Pensaban estos jóvenes que su lucha antiimperialista contemporánea era de algún modo una continuación de la lucha contra el colonialismo español.
Pensaban que la guerra anticolonial había constituido un fracaso, puesto que el resultado no había sido otro que la continuación de injusticias antiguas, las que ahora esta nueva generación de revolucionarios eliminando las clases sociales. Hoy, cuando el todavía reciente intento puede ser considerado ya definitivamente derrotado, creemos necesaria una mirada retrospectiva sobre ese breve pero importante período histórico. Una mirada que recaiga, no sobre los acontecimientos ya destacados por su propio brillo o por una hábil propaganda. Ni sobre los hombres más notorios de ese proceso, los comandantes militares y jefes políticos, sino especialmente, sobre los combatientes más o menos anónimos.
Por este motivo hemos entrevistado a un grupo de valientes y modestos combatientes del Frente Guerrillero “José Leonardo Chirino”. Ellos no ganaron el honor de la publicidad en la prensa de ninguna parte, que acaso destacaba las opiniones o las acciones de los comandantes y los dirigentes políticos. También los historiadores académicos han preferido destacar a los nombres más conocidos, por haber tomado las grandes decisiones o expuesto las grandes razones. Pero una historia basada exclusivamente en los grandes nombres -no necesariamente en los grandes hombres- será siempre una historia incompleta. El testimonio que aquí recabamos de estos combatientes tiene al menos un doble valor. Un valor histórico indudable, porque complementa la visión de los comandantes y dirigentes porque amplía la perspectiva de cualquier interpretación agregando la visión de quienes algunas veces por simple desprendimiento, y muchas más por carecer de la formación y cultura requeridas, tenían pocas posibilidades de decidir. Voluntariamente aceptaron un riesgo, y voluntariamente cumplieron las obligaciones que ese riesgo implicaba: fueron conscientes, y fueron fundamentalmente disciplinados.
Tienen también estos testimonios un indudable valor humano. Cuando hablamos del fracaso de la lucha armada atendemos sobremanera al fracaso de las organizaciones de los partidos que se embarcaron en la aventura. Los partidos, sin embargo, se adaptan a las nuevas situaciones, y sus dirigentes, a pesar de los grandes desgarramientos interiores, continúan en un quehacer que pronto se define como actividad profesional. Eso, al menos, es lo que hemos apreciado en la posterior actividad de los dirigentes y comandantes en derrota. El Partido Comunista, por una parte, y el MAS, por otra, heredero este último de partes del Partido Comunista y el MIR, se pliegan a la actividad normal de los partidos políticos tradicionales en el interior de un sistema democrático inconsistente. Douglas Bravo, disuelto su movimiento, el PRV, hace una vida política un tanto marginal en otro movimiento, Tercer Camino, de ideología ambigua o al menos heterodoxa. En todo caso buscaron continuar una actividad política a través de partidos o movimientos. Parecen haber asimilado la frustración, mediante una conducta, que si no es un olvido, parece al menos una sublimación. Para los combatientes que aquí entrevistamos, la guerra de guerrillas iniciada en los años sesenta sigue siendo una cosa viva en la memoria. Con la excepción de Douglas Bravo, -el único que obtuvo amplio renombre durante el tiempo de la guerrilla- y de Nicolás Jiménez Morales, los hombres que aquí entrevistamos se han puesto al margen de la presente actividad política convencional. No participan de partidos políticos. Sin embargo, ninguno ha perdido la sensibilidad social, la calidad moral que los llevó a empuñar las armas para lograr la justicia social que consideraban conculcada. Piensan, además, que esa lucha, quizás romántica o ilusa, fracasada por razones todavía discutibles, fue un gesto heroico de desprendimiento, de sacrificio personal, para la liberación de un pueblo oprimido; nunca, ninguno de esos combatientes pensó medrar con su sacrificio. Hoy, apartados ya de la vida violenta, hacen vida pacífica como honestos trabajadores; pero sin olvidar la necesidad de redención de Venezuela y sus hombres, por lo cual lucharon.
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