VI.- LOS MOTIVOS
Los analistas de la socio-política coinciden en presentar un escenario para el año 1960 que comprende tres aristas conflictivas:
a) La situación política: de permanente agitación en el interior de Acción Democrática por la implantación de una política por parte de Betancourt de conciliación de clases, marginando las aspiraciones del sector radicalizado (futuro MIR) que se pronunciaba por reformas profundas en la sociedad venezolana. El ideólogo fundamental de esta tendencia lo constituye Domingo Alberto Rangel.
b) La situación social: agudizada por el descontento producido, especialmente en la capital por la derrota electoral del Contralmirante Larrazábal y la eliminación por parte de Betancourt del Plan de Emergencia. Los enfrentamientos se producen casi a diario en las calles de Caracas. Tanto en Caracas como en las principales ciudades del interior, los activistas de Acción Democrática constituyen bandas armadas que unidas a los cuerpos policiales reprimen las manifestaciones, manifiesta Jesús Díaz Suárez “El Gordo Cuchú” que:
“A raíz del 60, tú te acuerdas, los adecos llegaban y asaltaban los sindicatos y salían con las bandas armadas a disolver las manifestaciones, entonces en la Juventud Comunista nos planteamos responder a esas agresiones, esa fue la idea inicial. Entonces, en las manifestaciones, siempre había un grupo organizado para responder a las agresiones de los adecos. Fíjate que hasta para vender Tribuna Popular teníamos que salir cuatro o cinco camaradas.” (p. 62) y Epifania Sánchez “La Negra Aurora” relata: “Después empezamos a fabricar esas casas, empiezan ya los adecos en el poder con las bandas armadas, a frenar el avance de las luchas populares, como una huelga de transporte que hubo, los muchachos que caen presos que los detienen en la DIGEPOL, en la Disip, en la bicha esa como se llama DIGEPOL si, este... los maltrataban, viene la detención de José Gregorio Rodríguez, después de eso ya empiezan las infiltraciones dentro del partido, nos toman la casa de Santa Ana, ahí hubo una explosión con una bomba que metieron y habían ciertos elementos que creo que estaban unidos a este gente ¿no? que eran los que llamaban sapos, la gente que estando dentro del Partido hacían dos tipos de trabajo, se decían revolucionarios y eran espías de este movimiento. Entonces se nombra un comité aparte clandestino.” (pp. 85- 86)
c) la crisis económica a consecuencia de la baja de los ingresos petroleros, la fuga de capitales, la crisis de la industria de la construcción y el aumento del desempleo.
d) la situación internacional: el triunfo de la Revolución Cubana y la política de hostigamiento del gobierno de los EE.UU. Este cuadro generador de descontento es enfrentado por el ejecutivo nacional y por el poder legislativo en forma violenta y en concordancia con los intereses del bloque de poder constituido y derivado del Pacto de Punto Fijo. El mismo se encontraba dirigido a la constitución de un nuevo modelo hegemónico, capaz de crear estabilidad político-social y adelantar un desarrollo económico modernizador (13). El Pacto se encontraba dirigido a:
1.- Crear un sistema político que, garantizando una participación satisfactoria para los distintos agentes sociales, legitimase la acción del Estado imprimiéndole la estabilidad necesaria para llevar adelante el modelo de desarrollo.
2.- Crear ciertas premisas que permitieran regular las condiciones socioeconómicas entre capital y trabajo, en el marco de una situación de desajuste económico y crisis fiscal.
3.- Crear mecanismos concretos para el acceso institucional de los intereses de agentes e instituciones sociales. Este asunto significaba pautar cuotas de participación y responsabilidad de los agentes sociales en el aparato del Estado.
Para lograrlo era fundamental una alianza del sector político (AD, COPEI, URD) con el estamento militar, FEDECÁMARAS, la jerarquía eclesiástica y las cúpulas obreras controladas por AD, las cuales garantizarían la continuidad del Pacto de Avenimiento Obrero Patronal, firmado el 24 de Abril de 1958.28
A esta situación, pasado el tiempo, la guerrilla fue para los hombres que participaron en ella y que hoy la juzgan retrospectivamente una singular experiencia humana. En los recuerdos que aquí presentamos, podemos apreciar, por una parte, la convicción generalizada de que se trataba de una acción justa; que las desigualdades sociales eran generadas por una inicua explotación de los trabajadores por parte de un voraz capitalismo, cómplice de la actividad imperialista norteamericana; la carencia de sensibilidad social del régimen de Rómulo Betancourt y de quienes le siguieron, atentos sobremanera a complacencia de los poderosos, desoyendo los requerimientos de las masas populares; los compromisos de esos gobiernos con la política exterior norteamericana, que comprometían la soberanía nacional y olvidaban el sentir de patria; el carácter desmesuradamente represivo contra las protestas populares, eran más que sobradas razones para alzarse en armas. Al respecto resulta elocuente la expresión de Baudilio Loyo:
“..., había razones para empuñar las armas. Fue justo. Si no las empuñábamos nosotros, otros las hubieran empuñado. La historia nos ha dado la razón; nos derrotaron, pero los vencedores acabaron con este país, lo arruinaron, lo empobrecieron y lo degradaron”. (p. 133)
Si la decisión de tomar las armas fue acertada o no es otro problema. En general, los entrevistados no tienen sobre esto convicciones firmes. Ello equivaldría a responder a la difícil cuestión de si los propósitos de los guerrilleros hubieran podido hacerse realidad por otros procedimientos. En todo caso, si fue un error o no, es algo que queda marginado por el orgullo de haber acertado en la calidad moral de la decisión. Consideramos ejemplar la opinión de Raúl Chirinos:
“Si fue justo o no lo importante es que nos alzamos, que nos llenamos de sueños, que intentamos tomar el poder para construir una patria independiente y soberana. ¡Coño, que nos equivocamos: fue la equivocación más bella de nuestra vida!” (p. 219)
Al orgullo de haber participado en la guerra de guerrillas acompaña una grata memoria de los compañeros, de los compañeros caídos y los compañeros sobrevivientes. La guerrilla significó una gran experiencia de solidaridad que ha marcado muy fuertemente a quienes en ella participaron. Es lógico. En las situaciones de privación y desesperación, cuando aprietan el hambre o la persecución militar, los hombres que no claudican termina haciéndose individualmente más fuertes y colectivamente más solidarios, más interdependientes. Saben, aprenden que la vida de cada quien depende de todos. Los ejemplos de solidaridad abundan en estas entrevistas. La solidaridad con los caídos y su permanente recuerdo, es elocuente. Para nuestros entrevistados, la historia, aun la escrita por historiadores que simpatizan con el movimiento guerrillero, se ha mostrado injusta con los compañeros caídos. La impresión que tienen es que con imposibles excepciones, los caídos en los combates guerrilleros han caído también en el olvido. La memoria de esos hombres exige una reivindicación que empiece por rescatarla. Ramón Martínez, “El Gallinazo”, aplaude: “… que empiece alguien a escribir las verdaderas razones de lo que fue el movimiento, de la gente que estuvo ahí, de los muertos, de los cuales nadie habla; bueno, que diga la verdad, como debe ser. (p. 251) y más adelante, el mismo Gallinazo, sobre el mismo tema de la historia y de los muertos señala:
“... que nadie escribe sobre ellos, aquí todo el mundo habla pa’ aparecer en los libros, pa’ aparecer en las historias, pero ellos no escriben la verdadera historia ni recuerdan a sus compañeros que cayeron: Arcadio Martínez, Arcadio Pérez Martínez, nombran claro a Miguel Noguera, porque tienen que nombrarlo, a Baltazar Ojeda ahora porque tienen que nombrarlo, pero hay mucha gente que cayó, que fueron compañeros combatientes de distintos estados de Venezuela... (p. 266) ... demasiada gente cayó y nadie los nombra”. (p. 267)
Así pues, no hay decepción ni sensación de tiempo perdido. Sienten que fueron derrotados en una guerra donde la derrota, como en toda guerra, es una posibilidad. Sólo reclaman hoy un mejor trato para los olvidados.
13 Véase además: Apalategi, Joxemartin Introducción a la Historia Oral, pp. 93-
28 González Navarro, José “Relaciones Laborales o Advenimiento Obrero Patronal”,
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