30. Encuentro en Aguada Dormida cerca de las Filas del Garabote entre un Pelotón de Cazadores del Batallón de Cazadores Páez y una Columna comandada por el Teniente desertor Nicolás Hurtado Barrios.
En las unidades de los cazadores la vida transcurría de manera más ruda y fatigante, normalmente las operaciones en las cuales había necesidad de trajinar varios días, se les dotaba de raciones de combate a base de enlatados para los efectos de la alimentación a los Oficiales y a los soldados, la dotación era igual para el comandante como para el último soldado. Esta práctica hacia muy pesada la mochila de combate y obligaba durante las operaciones a cambiarlas a los lugareños y campesinos de las zonas, por alimentos mas ligeros. Esto dio pie para que los comandantes de unidades, les dotaran a sus pelotones de una parte de raciones de combate y la otra en dinero, para que hicieran las compras de alimentos crudos los cuales eran la base de la confección de dos comidas diarias y cuya responsabilidad recaía sobre algún soldado diestro en la cocina.
El fatigante caminar acompañado de penurias y de dificultades propias de la guerra de guerrillas, hacían que en las unidades de cazadores todos sus hombres se comportasen como un bloque homogéneo, con ciertas características y cualidades que los impregnaba de un tono de leyenda y de misterio, los Comandantes de Compañía y de Pelotón sin dejar de incluir al Comandante del Batallón, no regresaban a descansar a sus casas en horas que no fuesen menores a las 10 de la noche y a las cinco de la mañana, ya estaban entrando presurosos por la puerta de la prevención, con aires marciales y en la mayoría de las veces, los recibían los soldados jubilosos con la banda de guerra tocando a todo timbal con platillos y con cornetas el toque de diana.
En estas condiciones al respecto y la disciplina cunden en todos los ambientes, el trato humano y preocupado por la suerte de cada soldado, por su bienestar, por el sentimiento de su moral hacían que tuviesen ribetes de hermandad como una manifestación superior a la del compañerismo en general, no se abandona a un soldado jamás, y en el cuartel ni cuando la emboscada artera tiende sobre su juvenil cuerpo la sombra terrorífica de la muerte, jamás, si caía en combate, recibía cristiana sepultura y sus pertenencias, sus recuerdos, junto con la carta condoliente del primer Comandante era enviada a sus familiares inmediatamente. Era una camaradería y un espíritu de cuerpo a toda prueba, forjados en tantas experiencias antisubversivas, en la espesura de las montañas, donde el comandante de pelotón se confundía con sus soldados y se convertía como en su hermano mayor. Era tanto el entusiasmo que despertaban las unidades de cazadores, que la mayoría de los alfereces próximos a graduarse en cada promoción de Julio, solo aspiraba portar tan gloriosa boina verde y sentar plaza en una de esas prestigiosas unidades, las mas emblemáticas que el Ejército haya tenido en su dispositivo.
Bien era sabido que todos se conocían bastante el uno con el otro, en uno de esos batallones fungía de Comandante el gran "Bernardo Pantallero", quien era muy aficionado al Brandy, un día trataron de averiguar sus Oficiales en que pensaba, porque siempre estaba taciturno, como si rumiase los problemas suyos con los de la unidad que comandaba, para ello hicieron gala de una deleitante botella de "Capa Negra", pero al final del último trago, todo fue en vano, sólo lograron emborracharlo como a una cuba y el dios Baco empezó a ejercer su reinado en la sala de los inciensos y de los sacrificios vinescos.
Sin embargo, Capitán conocido como "El Mono Ponce" se encontraba poco comunicativo, presentía la proximidad del combate en la jungla.
El día siguiente 22 de marzo de 1967, sería uno de los días en que "El Mono" se cubriría de gloria y la muerte rondaría por sus inmediaciones, tocando el FAL y limpiando su recámara con un pañuelo blanco, le sacaba al arma un sonido agudo con matices de fanfarria y de ataúdes en el campo para no dejarle ni un rastro de polvora; el Teniente Estrada Vale sería vengado, todavía el recuerdo de aquel revés estaba muy fresco, su memoria rodaba la cabeza de todos los combatientes anti-guerrilleros. “El Mono” no se permitiría pensar ni remotamente que la banda comandada por el Teniente desertor del Ejército Nicolás Hurtado Barrios se le escapara de sus manos, veinte proyectiles para sendos bandoleros lo haré yo sólo, ni un soldado dispara antes que yo... mañana no se me escapan...., decía para sus adentros.
Bernardo había movilizado su gente y comprometido su palabra, era experto en esos menesteres y había establecido un cerco casi perfecto, había colocado soldados en posición de emboscada en casi todas las vías de escape y conocía al enemigo perfectamente sabía que se encontraba agotado, diezmado, cansado, sabía que Nicolás Hurtado le temía... le tenía terror al gran "Bernardo El Pantallero", conocía la cara de la columna que comandada Nicolás Hurtado Barrios, el gran traidor de su ejército, era una cara color de cerco que le tenía preparado.
Casi todo el Teatro de Operaciones Nº 3 se preparaba para conducir exitosamente la operación "HENRY" destinada a destruir los últimos reductos de la columna Rider Colina que comandaba el Teniente desertor Nicolás Hurtado Barrios, y que se encontraba operando en Fila de Garabote cerca de Agua Dormida en el Estado Portuguesa.
Un pequeño chubasco caía en la Marqueseña, un Puesto de Comando que funcionaba en la carretera hacia Barinas, en las tierras de los Azpúrua, y se extendía por ráfagas hacia la llanura, los gallos cantaban en los ranchos al trasfondo de los gallineros, en el campamento se escuchaba el lejano ruido que hacían los ponchos al ser desplegados por el personal de tropa, colocados en el sitio de la emboscada, que estaban preparando, para darle de su misma medicina a los bandoleros.
Los Oficiales se despidieron, el Capitán se dirigió con su escolta hacia las posiciones de emboscada las cuales habían dejado en manos del “Cachi” y procedió a llamar por radio a José su reemplazante de compañía, quien le comunicó que lo esperaba en el sitio denominado Pozo Hondo.
Era más o menos las 05; 30 horas, amanecía sobre los verdes campos y sobre la llanura infinita, una neblina espesa, blancuzca, iba arropando como un inmenso sudario a las colinas, a los potreros, a los árboles, a las carpas e iba enfriando los rostros trigueños de los soldados niños, casi niños, no había necesidad de tocar diana para levantarlos, el mismo frío se encargaba de despertar al batallón, hombre por hombre, en la medida que se iba filtrando por dentro de los ponchos.
Bernardo El Pantallero se desvivía por recordarle a cada hombre todas las medidas conducentes a un buen desarrollo de esta operación que se iba a realizar una hora después, según su apreciación y la corroboración de su S-2, había logrado obtener una persecución perfecta, ayudado por el encontronazo que el día anterior había tenido una patrulla cerca de Chabasquén con la Columna del bandolero Hurtado Barrios, y por las declaraciones que dió un bandolero herido.
Bernardo tenía la facultad de predecir con bastante exactitud la posición de la banda y era experto en seguirles las huellas, el conocía que Hurtado Barrios calzaba unos zapatos de gala o brodeguines, de lo que se les dan a los Cadetes en la Academia Militar debido al surco que quedaba en el barro semi duro y fresco por la lluvia.
El día anterior se abstuvo de solicitar a "Camilote" (Comandante del TO) el apoyo aéreo, ya que el movimiento del helicóptero haría que los bandoleros se alertasen y se fuesen del sitio donde se encontraban ahora, por otro lado su predilección era caminar... caminar... hasta que le salían ampollas en los talones....
El " Mono" también pensaba que si no se realizaba el encuentro, era porque la banda había logrado escapar por algún recodo del monte, lo cual no dejaba de ser cierto o una posibilidad, ya que los cercos de Falcón no habían sido en realidad tan productores de dividendos para las tropas que los montaban.
El "Mono" confiaba mucho en su buena fortuna, esa mañana los cuatro pelotones, iniciaron la marcha convergente hacia la Fila de Garabote, sobre una piedra "Bernardo" contemplaba el desfile de las tropas y le comentaba a "Tarzán" su Segundo Comandante, esos patriotas en la independencia si sabían, imagínate que Brión comentaba que sólo se es vencido por su propia culpa y que sólo se llega a la victoria por culpa del enemigo, vamos a ver con quién está la suerte en esta guerra, si con los cimarrones o con nosotros, tengo fe en que dentro de algunas horas los localizamos.
El cabo Escalona avanza de punta de vanguardia y unos pasos más atrás el Soldado Morales con el radio PRC-6 de la 2da escuadra, recién tomaban la pendiente de una larga colina y ya llevaban una hora de recorrido cuando empezaron a caminar a lo largo del lecho de un río. El trabajo de exploración por cierto no es el más agradable para los efectivos de una unidad de cazadores, ya que es el que exige mayor concentración por parte de los grupos de soldados que lo realizan; por otro lado, cada uno de los soldados deben tener ciertas cualidades que les son necesarias para poder detectar huellas y para poder conocer de sitios, de caminos recorridos, del tiempo empleado por los bandoleros en la ocupación de un campamento para pernoctar y además, normalmente son los primeros que sufren los embates de una emboscada.
En los alrededores de Altamira de Cáceres cerca de Barinitas, estaba el lugar donde se concentraban los soldados para recibir las instrucciones de exploración, allí se les entrenaba en las tareas de combate de reacción, ya que normalmente todos combates de encuentro se transformaban para los componentes de los equipos de exploración, en la constitución de una rápida base de fuego, mientras el pelotón maniobraba para aniquilar a los bandoleros. Ésta era la razón por la cual el Cabo Escalona ponía tanto empeño en su trabajo, siempre cargaba en el pecho la condecoración Ferriar, ganada en siete encuentros con los bandoleros y por haber tenido siete grandes victorias sobre los mismos.
Sea como sea, no era fácil fijarse en paisaje circundante ya que la neblina lo envolvía todo y no permitía que se viese más allá de las narices, detrás del grupo de exploración avanzaba el resto del pelotón, con suficiente distancia entre cada efectivo, con el FAL atravesado al pecho y en la posición de reacción ROCO, todos iban jadeantes, sudorosos, a pesar del frío que aún estaba pegando en esas horas de la mañana.
El Soldado Morales saltaba de piedra en piedra no había peligro de resbalar, ya que la quebrada apenas tenía un pequeño hilo de agua verdosa cubierta de muchos helechos, patitos y musgo carmelero, vegetación típica de los riachuelos y de las aguas estancadas.
Todo sucedió de pronto, sin saber cómo ni cuándo, el Cabo Escalona se encontró frente a frente con un bandolero venía a unos escasos 10 metros, el instinto de conservación funcionó violentamente, levantó el fusil que iba mirando a las piedras del río, y sin dudar, desde la cadera acomodó su FAL M-63 (culata plegable), disparó una primera ráfaga, ésta lo atravesó de costado, el bandolero quiso gritar algo incoherente, maldecir tal vez, pero sólo pudo lanzar un espeso vómito de sangre mezclado con pedazos de sus entrañas, luego sobre una gran piedra cayó cuan largo era y su cabeza se hundió en parte dentro del limo y del agua del riachuelo, mirando hacia la copa de los árboles, con un rictus macabro en la comisura de los labios, su FAL quedó tirado a dos metro de él, sobre los helechos y sobre el musgo, en la culata de madera tenía cinco Cruces dibujadas con alguna punta de alguna navaja, tal vez en algún campamento de los tantos que andaría en sus correrías como bandolero.
Rápidamente el "Mono Ponce", se le puso al lado al Cabo Escalona para cubrirlo en el caso de que concurriese otro bandolero al sitio de los sucesos, esto en efecto sucedió unos segundos después, desde la espesa vegetación surgió otro bandolero, venía a la carretera y miraba hacia atrás, el mono disparó simultáneamente con el Cabo Escalona y con otros cinco soldados que acababan de sumarse al grupo. Las ráfagas de los fusiles sonaban como una gran orquesta mortal, dirigida por la batuta de un genial director orquestal de la muerte en la jungla ...ratatá ...ratatá ...ratatá... el bandolero se llevó las manos al estómago y se dobló hacia adelante, cayendo sobre el costado en medio del río, sus piernas quedaron abiertas y sus pies lucían un par de brodequines de gala de cadete, casi nuevos, al cinto portaba una pistola que había robado a un Oficial del Ejército en alguna emboscada, en su pecho portaba una placa metálica colgante de una cadena de oro ceñida al cuello y que brillaba bajo el agua cristalina que corría del Río.
En la placa se podía leer en letra de bajo relieve "Teniente Nicolás Hurtado Barrios", RH O positivo, historia Hospital Militar 35.480 mientras tanto, el resto de los soldados del pelotón de inmediato saltaron por sobre los empinados bordes y riscos que sirven de cantera al riachuelo iniciando una gran carrera en dirección a la fila del Garabote, donde probablemente debería encontrarse el resto de la columna.
Mientras tanto, en ese sitio de "Aguada Dormida" moría el Teniente Nicolás Hurtado Barrios Teniente desertor del Ejército, junto al bandolero Arcadio José Martínez (a) "El Sanguinario", autores de varios asesinatos de Oficiales y Soldados.
En las unidades de los cazadores la vida transcurría de manera más ruda y fatigante, normalmente las operaciones en las cuales había necesidad de trajinar varios días, se les dotaba de raciones de combate a base de enlatados para los efectos de la alimentación a los Oficiales y a los soldados, la dotación era igual para el comandante como para el último soldado. Esta práctica hacia muy pesada la mochila de combate y obligaba durante las operaciones a cambiarlas a los lugareños y campesinos de las zonas, por alimentos mas ligeros. Esto dio pie para que los comandantes de unidades, les dotaran a sus pelotones de una parte de raciones de combate y la otra en dinero, para que hicieran las compras de alimentos crudos los cuales eran la base de la confección de dos comidas diarias y cuya responsabilidad recaía sobre algún soldado diestro en la cocina.
El fatigante caminar acompañado de penurias y de dificultades propias de la guerra de guerrillas, hacían que en las unidades de cazadores todos sus hombres se comportasen como un bloque homogéneo, con ciertas características y cualidades que los impregnaba de un tono de leyenda y de misterio, los Comandantes de Compañía y de Pelotón sin dejar de incluir al Comandante del Batallón, no regresaban a descansar a sus casas en horas que no fuesen menores a las 10 de la noche y a las cinco de la mañana, ya estaban entrando presurosos por la puerta de la prevención, con aires marciales y en la mayoría de las veces, los recibían los soldados jubilosos con la banda de guerra tocando a todo timbal con platillos y con cornetas el toque de diana.
En estas condiciones al respecto y la disciplina cunden en todos los ambientes, el trato humano y preocupado por la suerte de cada soldado, por su bienestar, por el sentimiento de su moral hacían que tuviesen ribetes de hermandad como una manifestación superior a la del compañerismo en general, no se abandona a un soldado jamás, y en el cuartel ni cuando la emboscada artera tiende sobre su juvenil cuerpo la sombra terrorífica de la muerte, jamás, si caía en combate, recibía cristiana sepultura y sus pertenencias, sus recuerdos, junto con la carta condoliente del primer Comandante era enviada a sus familiares inmediatamente. Era una camaradería y un espíritu de cuerpo a toda prueba, forjados en tantas experiencias antisubversivas, en la espesura de las montañas, donde el comandante de pelotón se confundía con sus soldados y se convertía como en su hermano mayor. Era tanto el entusiasmo que despertaban las unidades de cazadores, que la mayoría de los alfereces próximos a graduarse en cada promoción de Julio, solo aspiraba portar tan gloriosa boina verde y sentar plaza en una de esas prestigiosas unidades, las mas emblemáticas que el Ejército haya tenido en su dispositivo.
Bien era sabido que todos se conocían bastante el uno con el otro, en uno de esos batallones fungía de Comandante el gran "Bernardo Pantallero", quien era muy aficionado al Brandy, un día trataron de averiguar sus Oficiales en que pensaba, porque siempre estaba taciturno, como si rumiase los problemas suyos con los de la unidad que comandaba, para ello hicieron gala de una deleitante botella de "Capa Negra", pero al final del último trago, todo fue en vano, sólo lograron emborracharlo como a una cuba y el dios Baco empezó a ejercer su reinado en la sala de los inciensos y de los sacrificios vinescos.
Sin embargo, Capitán conocido como "El Mono Ponce" se encontraba poco comunicativo, presentía la proximidad del combate en la jungla.
El día siguiente 22 de marzo de 1967, sería uno de los días en que "El Mono" se cubriría de gloria y la muerte rondaría por sus inmediaciones, tocando el FAL y limpiando su recámara con un pañuelo blanco, le sacaba al arma un sonido agudo con matices de fanfarria y de ataúdes en el campo para no dejarle ni un rastro de polvora; el Teniente Estrada Vale sería vengado, todavía el recuerdo de aquel revés estaba muy fresco, su memoria rodaba la cabeza de todos los combatientes anti-guerrilleros. “El Mono” no se permitiría pensar ni remotamente que la banda comandada por el Teniente desertor del Ejército Nicolás Hurtado Barrios se le escapara de sus manos, veinte proyectiles para sendos bandoleros lo haré yo sólo, ni un soldado dispara antes que yo... mañana no se me escapan...., decía para sus adentros.
Bernardo había movilizado su gente y comprometido su palabra, era experto en esos menesteres y había establecido un cerco casi perfecto, había colocado soldados en posición de emboscada en casi todas las vías de escape y conocía al enemigo perfectamente sabía que se encontraba agotado, diezmado, cansado, sabía que Nicolás Hurtado le temía... le tenía terror al gran "Bernardo El Pantallero", conocía la cara de la columna que comandada Nicolás Hurtado Barrios, el gran traidor de su ejército, era una cara color de cerco que le tenía preparado.
Casi todo el Teatro de Operaciones Nº 3 se preparaba para conducir exitosamente la operación "HENRY" destinada a destruir los últimos reductos de la columna Rider Colina que comandaba el Teniente desertor Nicolás Hurtado Barrios, y que se encontraba operando en Fila de Garabote cerca de Agua Dormida en el Estado Portuguesa.
Un pequeño chubasco caía en la Marqueseña, un Puesto de Comando que funcionaba en la carretera hacia Barinas, en las tierras de los Azpúrua, y se extendía por ráfagas hacia la llanura, los gallos cantaban en los ranchos al trasfondo de los gallineros, en el campamento se escuchaba el lejano ruido que hacían los ponchos al ser desplegados por el personal de tropa, colocados en el sitio de la emboscada, que estaban preparando, para darle de su misma medicina a los bandoleros.
Los Oficiales se despidieron, el Capitán se dirigió con su escolta hacia las posiciones de emboscada las cuales habían dejado en manos del “Cachi” y procedió a llamar por radio a José su reemplazante de compañía, quien le comunicó que lo esperaba en el sitio denominado Pozo Hondo.
Era más o menos las 05; 30 horas, amanecía sobre los verdes campos y sobre la llanura infinita, una neblina espesa, blancuzca, iba arropando como un inmenso sudario a las colinas, a los potreros, a los árboles, a las carpas e iba enfriando los rostros trigueños de los soldados niños, casi niños, no había necesidad de tocar diana para levantarlos, el mismo frío se encargaba de despertar al batallón, hombre por hombre, en la medida que se iba filtrando por dentro de los ponchos.
Bernardo El Pantallero se desvivía por recordarle a cada hombre todas las medidas conducentes a un buen desarrollo de esta operación que se iba a realizar una hora después, según su apreciación y la corroboración de su S-2, había logrado obtener una persecución perfecta, ayudado por el encontronazo que el día anterior había tenido una patrulla cerca de Chabasquén con la Columna del bandolero Hurtado Barrios, y por las declaraciones que dió un bandolero herido.
Bernardo tenía la facultad de predecir con bastante exactitud la posición de la banda y era experto en seguirles las huellas, el conocía que Hurtado Barrios calzaba unos zapatos de gala o brodeguines, de lo que se les dan a los Cadetes en la Academia Militar debido al surco que quedaba en el barro semi duro y fresco por la lluvia.
El día anterior se abstuvo de solicitar a "Camilote" (Comandante del TO) el apoyo aéreo, ya que el movimiento del helicóptero haría que los bandoleros se alertasen y se fuesen del sitio donde se encontraban ahora, por otro lado su predilección era caminar... caminar... hasta que le salían ampollas en los talones....
El " Mono" también pensaba que si no se realizaba el encuentro, era porque la banda había logrado escapar por algún recodo del monte, lo cual no dejaba de ser cierto o una posibilidad, ya que los cercos de Falcón no habían sido en realidad tan productores de dividendos para las tropas que los montaban.
El "Mono" confiaba mucho en su buena fortuna, esa mañana los cuatro pelotones, iniciaron la marcha convergente hacia la Fila de Garabote, sobre una piedra "Bernardo" contemplaba el desfile de las tropas y le comentaba a "Tarzán" su Segundo Comandante, esos patriotas en la independencia si sabían, imagínate que Brión comentaba que sólo se es vencido por su propia culpa y que sólo se llega a la victoria por culpa del enemigo, vamos a ver con quién está la suerte en esta guerra, si con los cimarrones o con nosotros, tengo fe en que dentro de algunas horas los localizamos.
El cabo Escalona avanza de punta de vanguardia y unos pasos más atrás el Soldado Morales con el radio PRC-6 de la 2da escuadra, recién tomaban la pendiente de una larga colina y ya llevaban una hora de recorrido cuando empezaron a caminar a lo largo del lecho de un río. El trabajo de exploración por cierto no es el más agradable para los efectivos de una unidad de cazadores, ya que es el que exige mayor concentración por parte de los grupos de soldados que lo realizan; por otro lado, cada uno de los soldados deben tener ciertas cualidades que les son necesarias para poder detectar huellas y para poder conocer de sitios, de caminos recorridos, del tiempo empleado por los bandoleros en la ocupación de un campamento para pernoctar y además, normalmente son los primeros que sufren los embates de una emboscada.
En los alrededores de Altamira de Cáceres cerca de Barinitas, estaba el lugar donde se concentraban los soldados para recibir las instrucciones de exploración, allí se les entrenaba en las tareas de combate de reacción, ya que normalmente todos combates de encuentro se transformaban para los componentes de los equipos de exploración, en la constitución de una rápida base de fuego, mientras el pelotón maniobraba para aniquilar a los bandoleros. Ésta era la razón por la cual el Cabo Escalona ponía tanto empeño en su trabajo, siempre cargaba en el pecho la condecoración Ferriar, ganada en siete encuentros con los bandoleros y por haber tenido siete grandes victorias sobre los mismos.
Sea como sea, no era fácil fijarse en paisaje circundante ya que la neblina lo envolvía todo y no permitía que se viese más allá de las narices, detrás del grupo de exploración avanzaba el resto del pelotón, con suficiente distancia entre cada efectivo, con el FAL atravesado al pecho y en la posición de reacción ROCO, todos iban jadeantes, sudorosos, a pesar del frío que aún estaba pegando en esas horas de la mañana.
El Soldado Morales saltaba de piedra en piedra no había peligro de resbalar, ya que la quebrada apenas tenía un pequeño hilo de agua verdosa cubierta de muchos helechos, patitos y musgo carmelero, vegetación típica de los riachuelos y de las aguas estancadas.
Todo sucedió de pronto, sin saber cómo ni cuándo, el Cabo Escalona se encontró frente a frente con un bandolero venía a unos escasos 10 metros, el instinto de conservación funcionó violentamente, levantó el fusil que iba mirando a las piedras del río, y sin dudar, desde la cadera acomodó su FAL M-63 (culata plegable), disparó una primera ráfaga, ésta lo atravesó de costado, el bandolero quiso gritar algo incoherente, maldecir tal vez, pero sólo pudo lanzar un espeso vómito de sangre mezclado con pedazos de sus entrañas, luego sobre una gran piedra cayó cuan largo era y su cabeza se hundió en parte dentro del limo y del agua del riachuelo, mirando hacia la copa de los árboles, con un rictus macabro en la comisura de los labios, su FAL quedó tirado a dos metro de él, sobre los helechos y sobre el musgo, en la culata de madera tenía cinco Cruces dibujadas con alguna punta de alguna navaja, tal vez en algún campamento de los tantos que andaría en sus correrías como bandolero.
Rápidamente el "Mono Ponce", se le puso al lado al Cabo Escalona para cubrirlo en el caso de que concurriese otro bandolero al sitio de los sucesos, esto en efecto sucedió unos segundos después, desde la espesa vegetación surgió otro bandolero, venía a la carretera y miraba hacia atrás, el mono disparó simultáneamente con el Cabo Escalona y con otros cinco soldados que acababan de sumarse al grupo. Las ráfagas de los fusiles sonaban como una gran orquesta mortal, dirigida por la batuta de un genial director orquestal de la muerte en la jungla ...ratatá ...ratatá ...ratatá... el bandolero se llevó las manos al estómago y se dobló hacia adelante, cayendo sobre el costado en medio del río, sus piernas quedaron abiertas y sus pies lucían un par de brodequines de gala de cadete, casi nuevos, al cinto portaba una pistola que había robado a un Oficial del Ejército en alguna emboscada, en su pecho portaba una placa metálica colgante de una cadena de oro ceñida al cuello y que brillaba bajo el agua cristalina que corría del Río.
En la placa se podía leer en letra de bajo relieve "Teniente Nicolás Hurtado Barrios", RH O positivo, historia Hospital Militar 35.480 mientras tanto, el resto de los soldados del pelotón de inmediato saltaron por sobre los empinados bordes y riscos que sirven de cantera al riachuelo iniciando una gran carrera en dirección a la fila del Garabote, donde probablemente debería encontrarse el resto de la columna.
Mientras tanto, en ese sitio de "Aguada Dormida" moría el Teniente Nicolás Hurtado Barrios Teniente desertor del Ejército, junto al bandolero Arcadio José Martínez (a) "El Sanguinario", autores de varios asesinatos de Oficiales y Soldados.
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